miércoles, 4 de noviembre de 2020

Zazie en el país de las mutaciones

Ho plásas (“El que lo moldeó” o “lo creó”) ephánisen (“desaparece” o “hace desaparecer”), obliga a decir Queneau a un incauto Aristóteles. “En Zazie en el metro hice lo que me dio la gana”, sostuvo. Y no se priva de nada: repeticiones, sustituciones, bifurcaciones de identidad, inversiones de género, transiciones súbitas, torsiones verbales a manos llenas; un tráfico entre niveles de lengua y entre lenguas. Como si el director de la Encyclopédie de la Pléiade, fundador de Oulipo, clasicista y patafísico, una oreja en la academia y otra en el empedrado, se diese no una libertad, sino unas reglas que sistematizan su infracción. Ho plásas ephánisen. Abracadabra. Queneau es un prestidigitador.

Las nociones de vanguardia y locura se entrecruzan, decía Leopoldo Panero, pues ambas plantean “el problema de una realidad divergente”. “La locura se hace acompañar de una niña, y las niñas son las únicas que escuchan, fieles a su realidad, al loco”. Si aquí la Ciudad Luz es una wonderland ridícula y lumpen, madriguera urbana con su corte de los delirios, Zazie, heroína-niña, deberá contentarse con subterráneos simbólicos. Novela queer, burló la censura que por aquellos años no pasaron Nuestra señora de las flores de Genet, Teleny de Oscar Wilde, El hombre de jengibre de Donleavy, Lolita. Éxito instantáneo en 1959, volvió famoso a su creador anfibio y sutil. La adaptación al cine, por Louis Malle, fascinaría a Chaplin y aún deleita –¡como Alicia! – a públicos de toda edad.

Confundiendo monumentos nacionales, el autor escarnece otra estatuaria: la retórica. Siendo tan francés, escribe en una lengua otra: proteica, omnívora, gozosa, que desconoce fronteras. Yo le pido peras al limonero. Sobre el suelo fértil del español rioplatense, con su PH compatible, injerto en mi arbolito criollo la sinuosa rama del peral de Queneau. Ha de dar peras cítricas, zázicas.

Palimpsesto: los personajes de la novela, si hice bien mi trabajo, verán restituido su heteróclito argot en un sueño soñado en porteño.

La acción, en París, es decir en ninguna parte.

 



Ariel Dilon

Agosto de 2020

 

 

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