lunes, 3 de agosto de 2020

La autora del mes: María Teresa Andruetto

María Teresa Andruetto nació en Arroyo Cabral, Córdoba, en 1954.
Antóloga, formadora de docentes, fundadora de revistas especializadas y colecciones editoriales, asidua invitada a congresos, seminarios y ferias del libro, además de tener un rol activo en el desarrollo de planes de lectura y el dictado de talleres de escritura.

Entre los premios recibidos, se encuentran el del Fondo Nacional de las Artes, la Lista de Honor de IBBY (Organización Internacional para el Libro Juvenil), el Premio Iberoamericano a la Trayectoria en Literatura Infantil SM y el White Ravens, además de ser finalista del Premio Rómulo Gallegos y del Premio Clarín de Novela, y candidata por Argentina al Premio de Literatura Infantil Hans Christian Andersen.

Entre su obra narrativa para adultos figuran Lengua Madre, Todo movimiento es cacería, Tama, Los manchados y No a mucha gente le gusta esta tranquilidad. De su profusa literatura infantil y juvenil se puede citar La durmiente, Trenes, El árbol de lilas, El caballo de Chuang Tzu, El país de Juan, La mujer vampiro, Dale campeón!, Fefa es así, Stefano, Veladuras y Misterio en la Patagonia. En el género poesía ha publicado Sueño americano, Pavese-Kodak, Beatriz, Réquiem y Palabras al rescoldo. Entre sus ensayos figuran La lectura: otra revolución, Hacia una literatura sin adjetivos, Fragmentaciones. Poesía y poética de Alejandro Schmidt, La construcción del taller de escritura y Conversaciones con Andrés Rivera.

La masacre de Kruguer, de Luciano Lamberti


Algo extraño sucede en Kruguer, un pueblito de ensueño, con apenas cien habitantes, emplazado al pie de macizos nevados. Los lugareños viven situaciones confusas, inexplicables; voces en la noche, figuras fantasmales, ladridos, alucinaciones, comportamientos irregulares; es algo que está en el aire. ¿Sugestión, trastorno colectivo, mensaje del cielo? Es 26 de junio de 1987, día del pueblo, fiesta de la nieve: la masacre se desata. Inconcebible, atroz, monstruosa: suicidios, asesinatos, autoflagelaciones, ahorcamientos, descuartizamientos, decapitaciones. Alaridos, sangre, fuego. El infierno en la tierra. ¿Qué lo ha provocado? ¿Corresponde a lo terrenal una maldición de esa índole? Es una verdad desconocida. La montaña, el secreto de la montaña, he ahí, acaso, el epicentro de la cosa.

Treinta años después, con apenas unos pocos testigos para referirlo, alguien pretenderá reconstruir el enigma. Fragmentario, dispuesto a la manera de un rompecabezas desmontado, Lamberti utiliza para entramar La masacre de Kruguer (disponga el lector si linkear o no con el inefable Freddy) diferentes recursos narrativos: testimonios de primera mano, guión de un programa de televisión, recreación ficcional, informes de peritos, crónica lisa y llana, racconto histórico, descripciones de fotografías.

Fácil de adscribir al género terror, la novela gana en tensión al dosificar los elementos, se construye a través de huecos que sólo la voracidad lectora puede calmar. La respuesta, como en su novela anterior, La maestra rural, quizás provenga del más allá. Como en ese film de culto que es Event Horizon, el infierno puede ser cósmico, alienígena, provenir de un otro mundo que nos observa y transforma, o, simplemente, vivir dentro de nosotros.

Entrevista a Martín Kohan

Acerca de su reciente libro Me acuerdo

 -Imagino que leíste los Me acuerdo de Perec y de Brainard. ¿Qué te sugirieron?

 -Me sugirieron ni más ni menos que la escritura de este libro. Porque el impulso de escritura no provino de mi vida, ni de mi infancia, ni de mis recuerdos; sino de la lectura deslumbrada de Brainard y de Perec. Mi propia vida nunca me interesó como objeto de escritura, y de hecho, sigue sin interesarme. Pero al leer esos dos “Me acuerdo”, sentí el deseo de escribir un texto así. Este libro sale de aquellos libros, no de mi vida.

 

-¿Tu Me acuerdo surge de una necesidad tuya o de una propuesta editorial?

 -Lo que nació en mí fue la necesidad de escribir un “Me acuerdo”, sin todavía la intención de publicarlo como libro. Cuando el texto fue avanzando, apareció la idea de editarlo. Consulté la opinión de muchas personas, entre ellas, las de Malumián y López Winne, los editores de Godot. Todos dijeron que sí. Y entonces yo también dije que sí.

 

-¿Cómo fue el proceso de reconstrucción de la memoria? ¿Descartaste recuerdos, salió de un tirón, lo trabajaste a largo plazo? ¿Hasta qué punto opera la emoción en ese regreso al pasado?

 -La escritura de un “Me acuerdo” va marcando un ritmo bien definido; si uno logra acompasarse a eso, los recuerdos van viniendo, convocados por la escritura (por la escritura, más que por uno mismo). Eso funcionó en cuatro o cinco tandas. Cuando se cortaba el hilo, paraba. Lo que descarté fue cosas que había repetido en el texto, que había escrito dos veces y hasta tres, y que me había olvidado (porque fue preciso olvidar mucho para poder escribir “Me acuerdo”). No hubo proceso de reconstrucción de la memoria, sólo registrar el instante en el que un recuerdo aparecía. Y las emociones personales, hubo que dejarlas a un lado; la escritura de un “Me acuerdo” exige contención y abstención, para escribir ni más ni menos que una lista de recuerdos y no una narración de la memoria, no una evocación autobiográfica.

 

-La década que aborda es la del ’70, años difíciles de la Argentina.

-Así es. Pero yo la viví en la infancia (nací en 1967). Por lo tanto, y por mi historia personal, no sabía que esos años que estaban pasando eran años difíciles. Supe después que lo habían sido.


-Gabriel Báñez solía decir que veía argumentos ambulantes en lugar de personas. ¿Te parece que en cada individuo late su propio I remember?

-En cada individuo late una memoria. Eso es seguro. Pero para escribir un “Me acuerdo”, hay que disponerse a enumerar los recuerdos, haciéndose uno mismo a un lado. No es tan fácil hacerse uno mismo a un lado, sobre todo cuando los recuerdos son propios.