jueves, 11 de febrero de 2021

Indio Solari. Los recuerdos mienten un poco.


Los que crecimos al amparo de la magia ricotera –tres décadas bajo ese pulso- sabemos lo que significan esas letras supuestamente indescifrables, el bailecito en círculos con los brazos flameando, los lacerantes estiletazos de guitarra de Skay Beillinson, la misa, el pogo, la magia. Quizás por eso Los recuerdos mienten un poco se convirtió en un objeto necesario para alimentar ese pulso. Estas memorias llegan luego de El delito americano en versión historieta, retazos de esa obra total que Solari escribe desde hace casi una vida y aún no acepta publicar, y de su último disco, El ruiseñor, el amor y la muerte.

El título del libro proviene de la canción “Perdiendo el tiempo”, del disco dos de Lobo suelto, cordero atado, abre con una cita a Leonard Cohen (“Aunque he olvidado la mitad de mi vida, todavía recuerdo esto”, y, sabemos, toda memoria tiene algo de ficticio en su reconstrucción), y está vertebrado bajo un diálogo entre el fisgón y el confidente, Marcelo Figueras e Indio. “Recuerdos que mienten un poco funciona como el perfecto complemento de la obra solariana”, dijo Figueras: “la hace estallar en mil pedazos, reconfigura cada fragmento y vuelve a ensamblarla en un todo nuevo más amplio”.

Ahí está el mago de mil caravanas, narrando su infancia en la Entre Ríos natal (“Me acuerdo más de eso que de lo que comí anoche”); la mudanza a La Plata, el cine como primera expresión artística, el enamoramiento de “gente grande que tenía actitudes más riesgosas que las mías”; la psicodelia, “infectar la cultura a través del arte”, los años maravillosos “en los que la libertad te brotaba por los ojos”, el pensamiento de izquierda, los primeros años de la troupe ricotera, las situaciones dionisíacas: “uno no quería cambiar la sociedad, quería cambiar al hombre”. Pero, se sabe, amigos, “todo lo que triunfa se transforma en un poster”.

“Yo tengo la suerte”, dice Solari, confesional, autocomplaciente, “de que el público de Los Redondos haya proyectado sobre mí ciertas destrezas o aptitudes (...) que, si yo tuviese que reivindicar en un examen, probablemente no aprobaría”, y saborea: “la ventaja que tiene eso es que te da permiso para ser mejor”.

Intacta su capacidad de analista político, crítico de las estructuras de poder, empático con los marginales. “A veces pienso que la especie humana es un experimento que no salió del todo bien”, dice, y conquista. Lo saben muy bien aquellos que gustan cargarse el mote de ricoteros.

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