miércoles, 7 de octubre de 2020

Libro del anhelo, de Leonard Cohen

Versos del poeta, novelista y cantautor canadiense fallecido en 2016 Si el anhelo, en su definición académica castellana, es “deseo vehemente”, su versión en inglés propone una sucesión continua, la extensión de algo a través del tiempo. Para el poeta, esa búsqueda perpetua no necesita de desenlaces, sino que se centra en lo que el mismo camino del deseo le propone: lo espiritual, lo carnal, el amor, la memoria, la vejez, los abismos. 
 
Libro del anhelo, de Leonard Cohen, lleva esa voz, la del andariego que ha recorrido un trayecto. Publicado originalmente en 2006, fue escrito casi en paralelo con el disco Ten new songs (“In my secret life”, “A thousand kisses deep”, “Alexandra leaving”), lanzado en 2001. “Algunos de los poemas de este libro pasaron a ser letras de canciones que Sharon Robinson y yo escribimos y cantamos juntos”, confesó Cohen a su biógrafa Sylvie Simmons, como el ya inoxidable “A mil besos de profundidad”. “Álbum de recortes: una miscelánea de poemas, fragmentos de prosa y material gráfico”, entre los tantos versos se cuelan dibujos e ilustraciones del propio Cohen: su rostro, el de su maestro zen, objetos, mandalas, instrumentos musicales, las diferentes formas que puede tomar en un trazo de lápiz la belleza femenina. 
 
El volumen abre con el poema homónimo: “Mi animal aúlla / un ángel está preocupado / pero no se me permite / queja alguna”. Pasa por lugares maravillosos como “La taberna de Dusko 1967”: “Ponte algo, / y si tuvieras que decirle a alguien / que te marchas, / díselo, o que te acompañe, pero date prisa: / han venido a buscarte / te están llamando / no van a estar toda la vida esperándote. / Ni siquiera te están esperando ahora.” Y hasta reversiona “La casada infiel”, de Lorca, una de sus mayores influencias literarias. Como Dylan, Cohen ha sido una de las voces más originales que han dado las letras ligadas a la música desde los ’60 hacia acá. Esta reedición viene a recordarnos que su deseo vehemente -el de la palabra- se ha extendido en el tiempo, más allá de que el hechicero haya abandonado este mundo terreno, mundo que Cohen, claro está, siempre subordinó al espiritual.

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