Tus tres novelas (La descomposición, Glaxo, Lumbre) suceden en Chivilcoy, o en una ciudad del interior muy parecida a Chivilcoy.
Sí. Esa cosa de silencio, de
hipocresía, pero al mismo tiempo de rumor continuo. Es algo que me llama la
atención, cómo se construyen los relatos en ese entramado pueblerino. Estamos
en un bar, pasa alguien en bicicleta, y en el bar se disparan un montón de
historias secretas sobre ese tipo que incluso el tipo ni siquiera sabe que pertenecen
a su propia historia. Un entramado denso que hace que, por un lado, uno sienta
que no pasa nada, pero al mismo tiempo sí pasa. Está de un modo controlado, los
cuerpos están controlados, disciplinados de un modo violento.
La descomposición trabaja sobre el entramado de esos personajes de pueblo, habladurías, historias secretas, con una gran densidad del lenguaje, una escritura casi poética. Cosas que no pasan o que pasan, como un olor, un viento, un atardecer.
Las tres novelas están en la
misma línea. El trabajo con el lenguaje es una obsesión. Ahí está el elemento
fundamental de la escritura y de lo que a mí me interesa trabajar con la
escritura: que un texto tenga un ritmo, una musicalidad.
No es hemingwayniana, por ponerle algo que contraste.
Sí. Pero por otro lado, es
curioso que en Glaxo –que es la
novela que sigue a La descomposición,
que, estoy de acuerdo, tiene esa sobrecarga del lenguaje– es una escritura más
cercana a Hemingway. Son frases muy cortas, muy breves, muy secas. Y en Lumbre se recupera algo de La descomposición, y me demoro en avanzar
en la escritura precisamente por eso, por estar pendiente de un ritmo, de una búsqueda
poética. Y hay otro elemento que quería resaltar de La descomposición, que es el contexto histórico, los efectos de la
crisis de 2001, que no es un dato menor.
¿Los personajes se repiten en Glaxo y Lumbre?
Sí. En Lumbre, que es la más extensa de las tres, aparece en un momento
Abelardo Kieffer, ocupando un lugar un poco más secundario, pero de
importancia. Y Glaxo es una novela
breve compuesta por cuatro voces, cuatro monólogos, y ahí está Bicho Souza, que
aparece en La descomposición. Y en Lumbre, el que narra es el hijo de Bicho
Souza. Van armando una especie de continuidad. Se le dice trilogía, yo lo
pienso como ciclo narrativo. Pero cada una de las tres novelas se pueden leer de
manera independiente.
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